Escriben los versos más bellos, borran los defectos de mi ortografía. Usan un poder cálido e insospechado al tocar mi pelo y peinarlo. Colocan platos, curan heridas con su pomada bendita, con el mismo mimo que tocan mis miedos y los diluyen. Apagan la luz en mi cuarto para que pueda dormir y soñar ligero, no sin antes haber acariciado mi faz transmitiendo un halo de feliz serenidad en mi reposo. Hacen cuentas, abren puertas, cierran ventanas si llueve, amainan tormentas, amasan horas y días, llenándolos de cariños, calman, cuando hace falta, mi atribulada deriva. Y van su canción tocando con esa dulce, constante, amorosa melodía, que va nutriendo mi alma algo confusa y perdida, que, torpe, tantea un mundo que poco a poco descubre. Son tus manos, madre mía, las que me orientan aquí, mientras voy aprendiendo a manejarme en medio de la turbulencia. Poderosas herramientas, divinas hadas de afecto que alimenta. Incondicional, sincero. A través de ellas puedo sentir que he venido seguramente de esa Fuente que es corriente infinita de Amor Puro, ¡Madre, TE QUIERO!
Hermoso poema, Belén. Y es que, una madre lo merece todo.
Me gustaMe gusta
Gracias. Es cierto.
Me gustaLe gusta a 1 persona